domingo, 19 de septiembre de 2010

¡La Historia de una Prefecta!

Hola, un día te dije que escribiría: "El diario de una prefecta" y hoy, quiero compartir contigo algunas aventuras o desventuras de esa noble labor: En el 2001 Trabajaba en la Guadalupe Victoria en donde compartía con chicos de preescolar y primaria más que un conocimiento, ¡sonrisas! la inocencia de encontrar un tesoro perdido, la angustia de un estómago vacío, las tareas de los papás, la alegría de terminar las actividades. Vivía un momento muy significativo en mi vida, porque estaba segura que consolidaría mi profesión y asistiría a cursos de capacitación. Me gané con mi trabajo de todos los días el cariño y la confianza de la Hermana Teo, quien me observaba através de las persianas y luego se sentaba conmigo en mi hora de descanso de los viernes a sugerirme en qué podía mejorar. Mi expectativa era amplia y segura, era feliz ya que disfrutaba desde levantarme cada mañana para llegar al colegio hasta aceptar que tenía errores en mi programación y tenía que mejorar. Justo cuando me sentía fortalecida, capaz de dar más y más y más de mí... tuve que reanudar labores porque una oportunidad estaba en puerta ¡una clave de prefectura! Recuerdo que me paralizó la idea de no estar más en ese colegio, en donde me empezaba a formar como docente, a dar mis primeros pasos en el mundo de la pedagogía, a ser... una profesora querida y respetada por sus alumnos y compañeros de trabajo. Quiero decirte que nunca pensé en ser docente, quería ser periodista, contadora, piloto aviador... ¡Hoy, es el orgullo más grande que tengo en mi vida laboral! - Recabaremos firmas para que se quede como maestra, dijeron un@s alumn@s. En seguida, pedí mesura, les expliqué que hay situaciones que no se pueden cambiar con un oficio o haciendo huelgas, vivimos en una época en la que los valores, nuestras convicciones y el amor por lo que hacemos deben coincidir: "el corazón y la razón". Años después, una madre de familia dijo lo mismo que ese grupo de alumnos. pero agregó que porque ser docente me daría "categoría". Estabamos en una junta en asuntos generales, y yo entregaba calificaciones porque el tutor no había ido... y ¿sabes? sentí un vacío en la boca del estómago y les dije con mucha firmeza a los padres de familia quienes respaldaban el comentario de la señora: "Mis estimados padres de familia, escuchen, ser docente frente a grupo no me subirá de categoría, de calidad. La calidad está en hacer nuestra labor con calidad, con amor, con entrega, con pasión. Subo de categoría cada vez que uno de sus hijos derrama una lagrima y puedo ser su hombro, o cuando obtienen una calificación que no alcanzaban, y comparten conmigo esa alegría cuando escuchan un consejo, cuando puedo influir en ellos positivamente, cuando aceptan sus errores, cuando puedo contagiarlos de entusiasmo, cuando pueden regalarme una sonrisa..." Señores, agradezco la confianza que tienen hacia mí pero ser prefecta es algo que va más allá de un conocimiento, de un regaño, de una mirada dura... "Es un Don que Dios puso en mí, y que me ha ayudado a transformar, a valorar, a ser sensible, a sonreir y aceptar que la "prefectura es un todo" en un centro de trabajo, es una mezcla de saber, saber ser, saber hacer y saber vivir en sociedad. Ser prefecta es un orgullo y con la responsabilidad que ello implica:
  • Escuchar, aconsejar y hacer ver la realidad a los estudiantes.
  • Apoyar en las aulas cuando un docente está ausente.
  • Vigilar el órden y la disciplina a la entrada y salida, en homenajes o eventos.
  • Intervenir en los problemas docente-alumno, alumno-alumno.
  • Ser ojo, oído y hombro de los alumnos cuando nos necesiten.
  • Realizar actividades que los lleven a la reflexión.
  • Apoyar a los directivos y docentes en los eventos escolares y extraescolares.
  • Prepararnos todos dias para elevar nuestra sensibilización hacia los alumnos.
  • Vivir nuestros valores acorde nuestra realidad.
  • Ser médico, paramédico, auxiliar de enfermería.
  • Ser chofer o taxista.
  • Estar dispuesta a los cambios sociales, políticos o culturales.
  • Saber improvisar.
  • Ser innovadora y creativa.
  • Estar actualizada y tener mobilidad.
  • Saber aceptar nuestros errores.
  • Ser humildes.
  • Ser todólog@s.
  • etc., etc., etc.
Puedo seguir numerando pero no terminaría nunca porque siempre hay algo por decir de esta noble labor. Hoy que estoy lejos de mi centro de trabajo, de l@s estudiantes, de mis compañeros recuerdo con nostalgia esa transformación que viví desde ese 1º de enero de 2002 en que puse el pie por primera vez en esa escuela. Recuerdo mi primera lágrima porque me pesaba el éxito que tenía entre l@s estudiantes, lo recuerdo porque pensaba que no debía estar ahí y ser la tía, la mamá, la madrina de quien sabe cuantos alumnos. Quería simplemente ser la prefecta y ya. Pero Dios, puso en mi grandes proyectos y con mucha resistencia y rebeldía, entendí que eran los proyectos de Él...
  • Servicio.
  • Humildad.
  • Razón.
  • Aceptación
  • Transformación.
En este proceso no estuve sola:
  • Mi madre me enseñó que debía mirar, escuchar y callar; defender mis ideales y hacer lo se debe hacer si se puede hacer.
  • Mis hijas siempre han sido mi motor, la fuerza que me impulsa a ser mejor persona, mejor madre, mejor amiga, mejor hombro y oreja, mejor profesionista.
  • Mis hermanos que me escuchan y aconsejan y me dan tips para mejorar.
  • Mi querido padrino mágico Armando y su amada esposa Lulú, fueron quienes con sus consejos, lograron que yo aceptara en mi vida los planes de Dios.
  • Mi querido abuelo José Espina, quien me enseñó que con sacrificios, dedicación y trabajo se logran muchas cosas.
  • Mi querida abuela Socorrito o Cocó como muchos le decían, me enseñó que hay que amar y dar lo mejor a los demás, ser nobles y mesurados.
  • Tuve maestr@s que influyeron significativamente en mi labor, porque yo quería ser como ell@s: justos, dedicados, pulcros, nobles.
  • Y desde luego mis queridos y estimados alumnitos de la Guadalupe Victoria y los alumnos y ex-alumnos de la Sec. Gral. 3 de ambos turnos quienes me ayudaron en mi transformación espiritual y laboral.
  • Pero nada de esto hubiera sido posible sin "Dios" y sus bendiciones.
Hoy ya no estoy fisicamente en la escuela, pero el recuerdo de las aulas, los pasillos, la biblioteca y nevería, la sala audiovisual en donde muchas veces compartí con l@s alumn@s desde una clase hasta un consejo, permanecen en mi corazón. Comparto contigo algunas fotografías de mis compañeros y alumnos de la escuela y la alegría que me da estar inmersa en el mundo de la pedagogía.